Cierro los ojos y estoy de nuevo ahí, entre la calma. Sí, en Tulum.
Antes de concluir el 2017 visité acompañado, este lugar paradisíaco, para escondernos entre la selva y brillar con el sol frente al mar.
No nos equivocamos. Elegimos Tulum y obtuvimos más de lo que imaginábamos.
Nos bañamos en aguas cristalinas, caminamos horas descalzos tomados de la mano sobre la blanca arena. Vimos resplandecer nuestros cuerpos frente a espectaculares amaneceres. Y por la noche, la luna derramó su luz como un manto sobre las olas del mar. ¿Acaso existe un lugar tan mágico como Tulum?
Sus maravillas naturales te hacen querer volver siempre a ese lugar, entre sueños, entre tus más preciados deseos.
Y la naturaleza no fue la única encantadora, su ambiente pacífico, tomar un coctel de frutas, desayunar en la playa, andar en bicicleta, sentir su atmósfera casi rural y por la noche, elegir las delicias de cualquier paladar internacional. ¿Comida maya? ¿Platillos mexicanos? ¿Preparados italianos? ¿Delicias del mar?
En la oscuridad de la noche los olores y sonidos musicales te guían a una velada inolvidable.
Y no tan lejos del pequeño pueblo, se erige firme entre la selva y frente al increíble mar turquesa otra de sus maravillas, su majestuosa zona arqueológica del mismo nombre.
Naturaleza sin igual, historia viva maya, ambiente de calma y gente amable, música y sabores imperdibles… Tulum está lleno de maravillas y sueños. Quiero regresar y volver a vivir el día más feliz de mi vida en Tulum.
